El aspecto de este militar y gobernante francés
es todo lo contrario al héroe de los tiempos. Pequeño de talla y con una cabeza
bastante grande, particularmente cuadrada, abultada en la mandíbula, pocas
cejas, un vientre que proyectaba su figura hacia delante y sus dientes ennegrecidos,
le hacía parecer más edad de la que en realidad tenía.
La capacidad de poder
trabajar durante largos períodos sin cesar y su poder hipnótico, le llevaron a
dar un golpe de estado con lo que se convirtió en cónsul, hasta su
autoproclamación como emperador.
Su gran capacidad
intelectual hace que sea conocido como unos de los mayores militares de la
Historia. Además, su poder de observación detalla de la realidad le hicieron
participar en numerosas guerras.
A su carácter de
determinación, llamado ambición, le se puede atribuir la frase “Se dice que soy
ambicioso, se equivocan; no lo soy, o al menos mi ambición está tan íntimamente
unida a mi ser que no puede separársele”. Esta ambición fue la que le llevó a
la derrota en la Batalla de Waterloo y posteriormente a su destierro a la isla
de Santa Elena.
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