GERMÁN Y EL MEDALLÓN
Germán era un muchacho de pelo castaño, mediana estatura,
complexión fuerte y ojos, que más que verse se adivinaban, detrás del flequillo
que caía sobre ellos. Era valiente y atrevido, pero muy formal.
Iba caminando esa noche de julio a la luz de las farolas
cuando le pareció ver algo moverse entre los matorrales del parque. Sin
pensárselo dos veces se acercó al lugar donde había avistado aquel movimiento.
No estaba a más de dos metros cuando, de entre la hojarasca salió un
encapuchado que, al detectar su presencia, corrió en dirección al bosque de las
afueras. Cuando quiso reaccionar, el hombre, ya se había refugiado en la
oscuridad. Perplejo por lo sucedido, decidió regresar a su casa después de una
larga caminata nocturna.
Era un pequeño apartamento, no muy lejos del lugar donde se
habían producido los escalofriantes hechos. Lo utilizaba básicamente para
descansar, porque el resto del tiempo lo pasaba en la universidad o en la
calle. Era más bien cuadrado con una cocina conectada al comedor mediante una
ventana, un baño y su habitación, donde pasaba la mayoría del tiempo en aquel
lugar y hacia a donde se dirigió para descansar y poner sus ideas en orden.
Al día siguiente, intranquilo decidió volver al lugar de la
noche anterior para esclarecer lo que allí aconteció. Cuando llegó lo único que
encontró fue el arbusto del que había emergido aquel misterioso personaje
destrozado. Al rebuscar entre las hojas encontró, para su sorpresa, un paraguas
roto y un medallón de oro con un rubí incrustado. –Se le habrá caído a “mi
amigo” al huir -pensó- Debería buscarle para aclarar lo que está pasando-.
Lo único que se le ocurrió en aquel momento fue el ir al
bosque, a buscar pistas sobre el medallón, y su dueño, claro está. Allí
encontró pisadas recientes y ramas
rotas, clara señal de que alguien había estado en ese lugar a oscuras. Continuó
por la linde hasta llegar a un claro al que, para su grandísima sorpresa, se
dirigía el mismo personaje protagonista principal de sus pensamientos, con un
bastón para ayudarse a superar los altibajos del bosque. Salió a su encuentro
blandiendo el medallón que había encontrado tan solo unos momentos atrás.
-¿Quién eres? -preguntó sin pensarlo dos veces- ¿Y por qué te
escondías en los matorrales anoche?-. Sin opción de replicar ni de salir
corriendo, el aludido decidió revelar su identidad y quitándose la capucha
respondió: -Está bien, veo que ha llegado el momento de decirte quien soy -
dijo con una voz dulce y serena – me llamo Alicia.
Era una joven hermosa, rubia, alta y de mirada decidida pero a
la vez cariñosa. – Veo que has encontrado mi medallón – dijo. - ¿Qué es? –
preguntó Germán. – Ese medallón que tienes en tus manos es la llave a un tesoro
oculto en este pueblo. Utilizando este medallón se puede abrir la puerta que lo
oculta. Llevo varios meses informándome hasta que la pasada noche encontré el
medallón en el parque. Cuando vi que te acercabas me escondí por miedo a que me
descubrieran, pero veo que tu ya lo has hecho -. - ¿Y dónde está ese tesoro? –
Preguntó el muchacho – Entonces, ¿me ayudaras? – Rebatió ella – Con una
condición, ese tesoro no solo será para nosotros, tengo amigos aquí que están
pasando necesidades, quiero ayudarlos – sentenció Germán – Entonces
pertenecemos a la misma causa, yo vine a por el tesoro porque mi familia y yo
estamos pasando necesidades – explicó Alicia – vamos pues.
Germán siguió las
indicaciones de la muchacha hasta la gruta donde se debía encontrar el tesoro.
– Aquí hay un muro. – dijo Germán – Ya, pero mira en ese lado, debería haber un
hueco para el medallón. – apuntó la muchacha – Sí, voy a probar - .
Nada más introducir el medallón en su emplazamiento el muro de
piedra comenzó a moverse hacia un lado. Dentro se podía ver un pasillo labrado
en la roca gracias a la linterna que Alicia llevaba consigo. Al fondo un portón
de madera que te regalaba la vista a una pequeña estancia con una mesa y tres
cofres en el centro de la misma.
- Aquí hay un papel. - dijo Alicia - Déjame ver - pidió Germán
- hay algo escrito: En uno de estos cofres se encuentra la llave que abrirá el
camino hacia el tesoro, pero en los otros dos la muerte acecha. Solo un corazón
puro encontrará la solución.
- ¿Qué quiere decir con lo de corazón puro? - Preguntó Alicia
- Creo que la respuesta está en estos cofres. Fíjate. -
No se habían fijado hasta ese momento pero los cofres estaban
fabricados con el mismo material pero con distintas gemas incrustadas: en el
primero oro, en el segundo plata y en el tercero cristal. - ¿Cuál crees que es?
- Preguntó Alicia - Yo creo que es el oro: es un mineral puro -. - No, no puede
ser el oro - replicó Germán - dijo que debía encontrarlo alguien con corazón
puro y eso significa que no debe ser avaricioso, creo que es el cristal -.
Tienes razón abramos ese - dijo Alicia.
Temerosos los dos jóvenes, junto, empezaron a levantar la
tapa. - Es la llave - exclamó Alicia - Bien, nos falta la cerradura - dijo
Germán - No creo que sea un problema - apuntó Alicia - Hay un pequeña ranura en
la pared. creo que es ahí.
Germán introdujo la llave en su lugar y la giró un cuarto de
vuelta antes de que la pared empezara a ocultarse en el suelo. - ¡Es el tesoro!
¡Ahí está! - Exclamó eufórico Germán - Sí, nuestros esfuerzos bien han valido
la pena - añadió Alicia.
Y cuentan que, desde ese día el pueblo empezó a recuperarse
económicamente ayudando también a las comarcas cercanas. Y la cueva fue
examinada por arqueólogos y abierta al público, lo que se convirtió en una
fuerte atracción turística.