martes, 6 de octubre de 2015

El uso civil de la energía nuclear. Laura Robisco



Corea del Norte afirma haber reactivado su reactor nuclear y el mundo echa a temblar. ¿Nuclear? Suena a destrucción. ¿Nuclear? Suena a Hiroshima y Nagashaki. ¿Nuclear? Etimológicamente el “núcleo” de los átomos, tan simple y tan complejo. Usada desde hace medio siglo por los Estados más beligerantes para proclamarse superiores, la eternamente controvertida energía atómica va más allá del uso  militar, pudiendo abrir nuevas puertas al futuro del planeta.
Protones y neutrones fusionándose para producir calor; es el proceso que enciende el Sol. Y como los humanos somos fieles aprendices de la Naturaleza, del mismo modo funcionan nuestras centrales nucleares. Estas son capaces de producir gran cantidad de energía calorífica usando una nimia dosis de combustible… sin emitir CO2, tan contaminante para la atmósfera. No parece mala opción, teniendo en cuenta que las reservas de oro negro se agotarán en un futuro mucho más cercano de lo que nos gustaría… o de lo que estamos preparados. Además, la energía atómica no depende de condiciones atmosféricas, a diferencia de la cinética o solar. Sin embargo, no en vano lo nuclear tiene tan mala fama. Un escape en una planta de este tipo es capaz de ocasionar sucesos tan aciagos como los de Chernobyl o Fukushima, cuyas devastadoras consecuencias aún perduran. Por no mencionar el problema de almacenaje de residuos, que tardan siglos en perder su radioactividad. Aunque pongamos por ejemplo el caso de nuestra patria España ¿Tiene algún sentido dejar escapar la riqueza y trabajo genera una central “en casa”, cuando una fuga nuclear de nuestros vecinos galos ocasionaría el mismo desastre? Por otra parte, dejando a un lado la producción de energía, la investigación sobre los usos nucleares aplicables al campo de la medicina va “viento en popa”. Quizá ahí esté el futuro de la sanidad, quizá aquello que tanto tememos nombrar se convierta en fuente de detección y cura de nuestras dolencias.
En definitiva, en un mundo a cada instante menos sostenible es necesario buscar alternativas. ¿Hasta qué punto se puede abusar de la potencia de los átomos? Hay quien dice que si juegas con fuego acabarás por quemarte, y ciertamente la energía nuclear supone riesgos. Pero solo el tiempo, y sobre todo la investigación y la ciencia podrán determinar si merece la pena asumirlos, o si podemos controlarlos sin ponernos en peligro.

domingo, 4 de octubre de 2015

"Del desguace al museo". Laura Robisco.




Arte. ¿Qué nos sugiere esta palabra? Puede que nuestra mente viaje al Prado o al Louvre,  puede que recordemos las clases de pintura o, quizás, si somos más ambiciosos, nos veamos con un Picasso entre las manos. Todos entendemos esto como arte, pero ¿lo son  también una caja de cambios y un motor de arranque? Dejen paso al arte industrial, porque no va a dejar a nadie indiferente.

Para ilustrar esta nueva forma de expresión humana,  pongamos como ejemplo el día en que visitaba la Tate Gallery de Londres. Exponía allí el famosísimo artista John Chamberlain. Sus piezas eran únicas,  formadas por carrocerías prensadas y otras piezas de vehículos. Por una parte, todas las esculturas tenían un gran valor simbólico e invitaban a la reflexión. Los defensores del arte industrial, entre los que me incluyo, defienden  que muchas obras de este tipo están realizadas para concienciar a la sociedad sobre problemas como la creciente regeneración de basura. De hecho, ¿qué mejor forma de reciclar que convertir basura en arte? Además,  esculturas industriales como las creadas por Enrique Cuadrado usando bombas de gasóleo han sido usadas por gigantes automovilísticos como  Ford o Toyota para sus “spots” publicitarios. Pero, por otra parte, hay quien duda de la funcionalidad de dichas obras. ¿De qué nos sirven piezas de automóvil que no podemos usar? ¿No sería mejor utilizar los productos industriales para satisfacer nuestras necesidades? Y eso, sin tener en cuenta el “agujero” que hacen en el bolsillo de quien las compra. ¿El mundo se ha vuelto loco, pagando más de dos millones de dólares por una palanca de cambios? Aunque, como defienden  algunos artistas: Si lo comparas con el mercado del arte, es una cifra insignificante.

En definitiva, “el arte es una elección del alma y no del intelecto”. Cualquier objeto cotidiano puede ser considerado arte si el espectador lo concibe como tal, y el arte industrial no es una excepción.