El crimen acecha en cada esquina,
en cada rincón de desprecio y la marginación. Incluso en cada vivienda puede
ocultarse el ser oscuro del hombre, pero, ¿cómo afrontar la caza de
delincuentes?
El mundo del crimen se ha
perpetuado desde se ha perpetuado desde los orígenes del ser humano, se genera
conflicto entre los pícaros y las víctimas, pero no es fácil erradicarlo. El
sistema judicial se va perfeccionando, se trata de buscar un castigo adecuado
para cada delito que corrompe la integridad humana. Sin embargo, permanece una
tara, una espina en este complejo mundo, que a pesar de refinarse, es incapaz
de determinar una pena concluyente para los menores. Son un reto para toda
moral, el crimen sigue siendo el mismo, pero se escudan con la falta de
desarrollo de la conciencia. Este muro de defensa se cimienta en la ausencia
del completo apogeo de la moral psíquica, impidiéndoles ser conscientes de sus
actos, ¿puede un crimen atroz ser zanjado con una inflamación tan endeble?¿la
culpabilidad depende de cuando el delincuente llegó al mundo? Irremediablemente
surge un gran dilema, aunque siendo realistas, puede resolverse fácilmente. Se
defiende al inocente niño inmaculado y angelical, algunos han cometido crímenes
que estremecerían al mismo diablo.
Recapitulando sobre los delitos
en menores, la sangre fría está presente desde sus primeros pasos. Los
analistas han caracterizado una tríada presente en todos los psicópatas
(enuresis, piromanía y maltrato animal). La falta de empatía no aparece con los
años, está presente desde la llegada al mundo.