lunes, 12 de abril de 2021

A favor o en contra de que la felicidad dependa de la prosperidad económica. Jimena Alonso 2º B

 Desde bien pequeños ya nos dicen la idea de que tenemos que estudiar mucho para así conseguir un gran trabajo y ganar dinero. Siempre lo oigo en conversiones familiares. Ya sea comprar alimentos o darnos un capricho, el dinero siempre está presente. Sin embargo, a mi juicio, el dinero no puede comprar algo: la felicidad. 

En primer lugar, diré que sin una prosperidad económica estable, mantener una familia o mantener un hogar, es muy complicado. Todo cuesta y en "todo", me refiero a todo: alimentos, agua, electricidad, calor, ropa, educación, hobbies... El dinero no solo está presente en esto, que ya es decir, sino también en la política y en la sociedad. Muchos políticos, (la gran mayoría), "han metido sus narices en donde no les llamaban" como dice mi abuela. Por no hablar de la sociedad, en la que el odio y la maldad mueven fronteras: discriminaciones, rechazos, envidia... y muchas de ellas por la cuestión del dinero. El dinero es necesario para vivir pero no por ello hay que creerse superiores. 

No todo se consigue con dos monedas. Qué bonitas son las experiencias. Ir de mochilero, voluntario, entregarse a los demás, compartir, conocer, enamorarse... Muchas de ellas bajo el control de uno mismo, bajo las vivencias de cada uno, sin importar o al menos sin tener en cuenta, los cuatro billetes que tengas. Deberíamos darnos cuenta de que aquello, por muy pequeño que sea, puede hacer más feliz que un viaje a Dubai por todo lo alto. 

En conclusión, he de decir que, aunque el dinero sea muy importante puesto que lo necesitamos para vivir, la felicidad no debería depender de ello. Lo pequeño muchas veces es lo grande, o al menos bajo la pequeña concepción del mundo de una adolescente de 17 años. 


Jimena Alonso Nieto