¡Hogar, dulce hogar! Ese idílico
lugar en el que la nevera se llena por arte de magia; ese fantástico mundo en
el que la ropa arrojada al suelo reaparece limpia y apilada en el armario. Ese
perfecto universo en el que uno no debe angustiarse por llegar a fin de mes
porque mamá y papá son “El Banco de España” ¿No es legítimo querer prolongar al
máximo el costoso momento de abandonar el calor de los progenitores y enfrentarse al mundo real?
Los jóvenes españoles cada vez se
independizan más tarde ¿Se debe este hecho únicamente a que solo atienden a la
vida cómoda? ¿O existen otros motivos que los pueden retener en la vivienda
familiar, dificultando su desarrollo individual? Debemos analizar las dos caras
de la moneda. Por una parte, tenemos la llamada “generación nini”. Aquellos que
ni estudian, ni trabajan, que salen preparados con el “tupper” de mamá y
vuelven a dormir, a veces. Aquellos cuya aspiración es convertirse en
treintañeros mantenidos hasta que sus desesperados padres les busquen pareja para
tratar de sacarlos de casa. Pero por otra parte, bien diferenciada, están esos
esforzados jóvenes con títulos y másteres que engrosan las filas del paro,
representando más de la mitad de la tasa de desempleo. Hombres y mujeres con
futuro incierto que no pueden arriesgarse a invertir en un inmueble, viéndose
atrapados hasta que su situación mejore. Gracias a la crisis, inclusos los ya adultos
están volviendo al hogar paterno. Además, el “boom” de las carreras
universitarias retrasa la incorporación al mercado laboral, y por lo tanto de
la edad de emancipación. Pero la realidad es que un gran porcentaje de
población joven preferiría vivir por su cuenta, mas no tiene medios ni
oportunidades para ello. Independencia significa la anhelada intimidad (tanto
para hijos como para padres), es sinónimo de libertad, de no volver a escuchar
la manida frase “Mientras vivas bajo mi techo se hará lo que yo diga”. A un
padre le cuesta aceptar que su polluelo alce el vuelo, pero de no hacerlo a
tiempo se hará tan grande que acabará por romper el nido.
En definitiva, ojalá los jóvenes
tengan la determinación, el coraje, y sobre todo los medios, para partir del
lado de los padres y forjar su propio sendero. Y ojalá no se olviden de visitar
frecuentemente a quienes se desvivieron por ellos, pues como nos enseñaba
aquella célebre escena del Mago de Oz “se está mejor en casa que en ningún
sitio”.