Parece anticuado hablar de censura en pleno s.XXI. Nosotros, tan democráticos y
modernos, que hemos luchado por gritar
al viento nuestros ideales sin miedo a ser reprimidos, nos vemos forzados a
cuestionarnos ¿Todo vale? ¿Dónde se sitúa la delgada línea en la que acaba
nuestra libertad y empieza la de los demás?
En el “Primer Mundo”, al menos, tenemos bien aprendida la
teoría: la libertad de expresión es un
derecho esencial y no cuestionable.
Ahora bien, muchos cambiarían de opinión si su parecer fuera puesto en
entredicho. Dejarían de ver ciudadanos
ejerciendo su libertad para acusarlos de ser “los malos de la película”. Y… ¿Quién
es el malo? Es la pregunta que está en el aire desde los pasados atentados
acontecidos en París. Con medio mundo conmocionado, para mí la respuesta en
esta ocasión está clara: resulta inadmisible que el precio de una viñeta
satírica sean vidas humanas, por muy ofensiva que esta fuera. Sin embargo, es sencillo
encontrar casos menos extremistas que llevan a reflexionar sobre los límites de
la libertad. Pongamos, por ejemplo, la cuestión de la violencia contra los
comercios en las manifestaciones. ¿Quién es el malo? Quizás deberían
preguntárselo a los establecimientos que se quedan sin cristales. O incluso
deportes de masas como el fútbol tienen que sufrir las constantes peleas entre
sus “hinchas”. Y de los dos equipos… ¿Quién es el malo? ¿No están haciendo lo
mismo, juzgar la calidad humana por el escudo de una camiseta? A veces el
fanatismo nubla el juicio para diferenciar libertad de ataque contra el honor
de una persona. Además, gracias a las
nuevas tecnologías tan solo un “click” basta para desear la muerte a tu enemigo
escondido tras la pantalla. Internet es sinónimo de expresarse “sin pelos en la
lengua”, pero un delito cibernético debe ser asumido como si se hubiera
cometido en plena calle.
En definitiva, libertad significa responsabilidad. Existe un
límite ético en el que es mejor guardarse la propia opinión para posibilitar la
convivencia. ¿Cuál es ese límite? Cada uno que lo establezca por sí mismo.
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