Este personaje, que ya ha pasado a
formar parte de la historia del séptimo arte, fue un excelentísimo actor
estadounidense que abandonó nuestras vidas en dos mil catorce pero no nuestros corazones. Una señal que marcaba
a éste, era el humor y firmeza que marcaba su amplia boca, esa espléndida u
luminosa sonrisa que a todo el mundo persuadía. También, bajo esa nariz de
payaso que lucía en “Patch Adams”, se oculta una no muy marcada aguileña nariz.
Sus ojos, cansados y serenos pero a su vez, azulados e impenetrables, con una
mirada segura y soñadora. Y finalmente su cabello, liso como la seda con
algunas pinceladas de nieve por los laterales, debido a su longeva edad.
Una persona que tanto en sus
películas como en la vida real, siempre se mostraba risueño y simpático.
Educado, trabajador, y prudente, son algunos de los adjetivos que se le podían
otorgar a este buen hombre. Destacándolos en algunas de sus películas más
famosas como “Jumanji” o cuando interpreta a Theodore Roosevelt en “Noche en el
museo”. En definitiva, fue un hombre que supo alcanzar la fama y el éxito no
solo por su talento delante de la cámara sino también por su personalidad y por
tal y como era.
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