martes, 8 de enero de 2013


LA INFLUENCIA DEL LUGAR DEL NACIMIENTO 




Lágrimas y gritos, con eso nos damos a conocer al mundo. Es irónico que algo tan feliz y bello como es la aparición de una nueva vida tenga que empezar así, con un llanto. Podemos pensar que no pasa nada, es un simple momento y al niño se le pasa enseguida, pero esos lloros iniciales no son el verdadero problema, la verdad es que dependiendo de dónde y quien haya visto caer esas lágrimas, puede que estas perduren en un lagrimeo sin fin durante toda la vida del infante.

La familia de la criatura recién llegada la condicionara en gran manera. Por un lado, se presentaran ante nosotros esas figuras paternales que dan todo por sus hijos, a tal punto que llegan a ser sobreprotectores. ¡Bienaventuradas las criaturas que tengan que soportar tal calvario! Crecerán faltos de independencia, necesitados de apoyo, puede que hasta desarrollen el síndrome de Edipo y no solo eso, sino que se vuelvan seres consentidos y despreciables que creen que el dolor no existe y que tendrán todo lo que deseen. ¡Pobres desdichados cuando descubran la cruda verdad! Por otra parte, están aquellos que nacen en un ambiente hostil, las pobres criaturas que desde pequeños descubren el maltrato y se conciencian de que está bien, de que es lo normal. Ahí es donde están nuestros futuros reos, en esos pobres niños cuyos padres parecían más unos enemigos a los que no es posible delatar. De todos modos, no será solo la familia la que construya a ese futuro individuo. El lugar donde ese niño desarrolle su vida, y ante todo su infancia, también influirá en su madurez. Nacer en un país desarrollado, como los Estados Unidos, te convertirá en una persona “privilegiada”. Tendrás acceso a las más nuevas tecnologías, disfrutaras de agua caliente, luz y comida diarias, la enfermedad es fácilmente tratad. Sin embargo, ¿podemos considerarnos realmente dichosos de vivir así? Es cierto que en países tercermundistas, la enfermedad y el hambre son el pan de cada día, la guerra y la muerte es lo habitual y sin embargo, no existe el marcado individualismo, observas a la gente y ves que viven verdaderamente en comunión los unos con los otros, que ellos son los realmente libres por mucho que la sociedad se empeñe en tratarlos como esclavos, ellos son los que realmente tienen las mejores sonrisas de felicidad.

En conclusión, el lugar y el seno familiar en el que naces te condicionará para siempre. Los niños son al fin y al cabo como esponjas y todo aquello que marque sus primeros años lo acabarán absorbiendo y asimilando para adaptar su vida a ello. La infancia es la etapa más importante de la vida y por ello debe ser en la que el niño adquiera los mejores valores y pueda vivir realmente feliz.

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