miércoles, 25 de noviembre de 2015

LA INDEPENDENCIA DE LOS JÓVENES. Laura Robisco. 2ºA



¡Hogar, dulce hogar! Ese idílico lugar en el que la nevera se llena por arte de magia; ese fantástico mundo en el que la ropa arrojada al suelo reaparece limpia y apilada en el armario. Ese perfecto universo en el que uno no debe angustiarse por llegar a fin de mes porque mamá y papá son “El Banco de España” ¿No es legítimo querer prolongar al máximo el costoso momento de abandonar el calor de los progenitores y enfrentarse  al mundo real?
Los jóvenes españoles cada vez se independizan más tarde ¿Se debe este hecho únicamente a que solo atienden a la vida cómoda? ¿O existen otros motivos que los pueden retener en la vivienda familiar, dificultando su desarrollo individual? Debemos analizar las dos caras de la moneda. Por una parte, tenemos la llamada “generación nini”. Aquellos que ni estudian, ni trabajan, que salen preparados con el “tupper” de mamá y vuelven a dormir, a veces. Aquellos cuya aspiración es convertirse en treintañeros mantenidos hasta que sus desesperados padres les busquen pareja para tratar de sacarlos de casa. Pero por otra parte, bien diferenciada, están esos esforzados jóvenes con títulos y másteres que engrosan las filas del paro, representando más de la mitad de la tasa de desempleo. Hombres y mujeres con futuro incierto que no pueden arriesgarse a invertir en un inmueble, viéndose atrapados hasta que su situación mejore. Gracias a la crisis, inclusos los ya adultos están volviendo al hogar paterno. Además, el “boom” de las carreras universitarias retrasa la incorporación al mercado laboral, y por lo tanto de la edad de emancipación. Pero la realidad es que un gran porcentaje de población joven preferiría vivir por su cuenta, mas no tiene medios ni oportunidades para ello. Independencia significa la anhelada intimidad (tanto para hijos como para padres), es sinónimo de libertad, de no volver a escuchar la manida frase “Mientras vivas bajo mi techo se hará lo que yo diga”. A un padre le cuesta aceptar que su polluelo alce el vuelo, pero de no hacerlo a tiempo se hará tan grande que acabará por romper el nido.
En definitiva, ojalá los jóvenes tengan la determinación, el coraje, y sobre todo los medios, para partir del lado de los padres y forjar su propio sendero. Y ojalá no se olviden de visitar frecuentemente a quienes se desvivieron por ellos, pues como nos enseñaba aquella célebre escena del Mago de Oz “se está mejor en casa que en ningún sitio”.

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